Los virus
¿Verdadero o falso? Los virus son los causantes de muchas enfermedades.
Aquí tenemos unas cuantas cosas que están vivas. Y algunas que no lo están. Y aquí tenemos algo... a medias. No usa la fotosíntesis como las plantas, y no come, ni bebe, ni crece.
Tan sólo sabe hacer una cosa: reproducirse. Sin embargo, no puede hacerlo sin ayuda. Esto es un virus. Un virus puede tener este aspecto. O éste.
O éste, por ejemplo. Hay muchos tipos de virus, pero todos ellos están formados de la misma manera; un caparazón de proteínas, y dentro del caparazón: los genes del virus. Los genes describen cómo se crea un nuevo virus del mismo tipo. Porque esto es lo único que hace un virus: se reproduce. Pero, ¿cómo se reproduce un virus? ¿Y cómo consigue hacernos enfermar?
Bueno, para reproducirse, un virus necesita encontrar una célula viva y secuestrarla. El virus entra dentro de la célula, infectándola. Se supone que la célula tiene que usar sus propios genes y producir lo que necesita, o algo que enviará hacia otras células. Pero cuando un virus se hace con el control, le ordena a la célula que use los genes del virus. Y es lo que hace.
El virus obliga a la célula producir nuevas partículas víricas. Decenas de miles, a veces, cientos de miles. Así es como se reproduce el virus. Al mismo tiempo, la célula se muere. Los virus no se mueven.
Vuelan, flotan o permanecen quietos, hasta que tienen la suerte de toparse justo con el tipo de célula que pueden secuestrar. Los virus son muy quisquillosos. Normalmente, sólo encajan con un tipo de célula, por ejemplo, una célula hepática en los humanos, o una célula de hoja en una planta de tabaco. Por eso, los virus normalmente no se contagian entre las especies. Los humanos tienen sus enfermedades víricas; los perros las suyas, y los abedules las suyas.
Lo que se ve afectado cuando tienes una infección vírica es sobre todo tu sistema inmunológico. Éste lucha contra el virus, al que ha identificado como un intruso. El sistema inmunológico puede alterar la temperatura corporal y el flujo sanguíneo, o producir sustancias que luchen contra la infección. Esto puede provocar fiebre, náuseas o dolor en el cuerpo. A menudo el sistema inmunológico logra incapacitar al virus. Por ejemplo, cuando te resfrías.
Tras unos días, ya te has recuperado. Pero hay infecciones víricas que tardan mucho en desaparecer, o que no desaparecen nunca. Se convierten en crónicas. Esto ocurre con algunas infecciones hepáticas o el VIH. También hay virus que se esconden en el cuerpo, creando los síntomas de nuevo, aunque entre medio te sientas bien.
Así funcionan el virus del herpes y el de la varicela. Pueden permanecer latentes en el cuerpo. Y luego están los virus que desaparecen pero que pueden dejar rastros. Un ejemplo es el VPH, que puede causar daños en las células del cuello uterino y hacer que más tarde se conviertan en células cancerígenas. Pero, ¿no hay medicamentos contra los virus? ¿Antibióticos, por ejemplo? ¡Noooooo!
No, no, no. Los antibióticos son estupendos si has sido infectado por bacterias y otros organismos vivos. Pero no sirven de nada contra los virus. Y es de extrema importancia usar antibióticos sólo cuando realmente los necesitamos y pueden ayudarnos. Cuantos más antibióticos tomemos, más organismos, como los virus, se harán resistentes a los antibióticos, y los medicamentos dejarán de hacer efecto.
Así que: contra los virus, nada de antibióticos. La mejor arma contra los virus es vacunarse. El uso de vacunas ha exterminado la varicela, y puede que pronto también desaparezca la poliomielitis. El sarampión y la rubéola, enfermedades graves que sin tratamiento pueden ser mortales, han disminuido mucho, gracias a la vacunación. Las vacunas entrenan al sistema inmunológico, para que pueda derrotar rápidamente a los intrusos que entran en el cuerpo.
Se está dedicando mucha investigación a encontrar medicamentos nuevos y mejores contra los virus. Pero de momento: ¡Un hurra por las vacunas!