Los dientes
¿Con qué dientes masticamos y trituramos la comida antes de tragarla?
¡Eh! Mira, ze me ha caído un diente. - ¡Menudo hueco! ¿Eres capaz de decir S? - Eze. ¿Qué? - ¡Jajaja! ¡Zúperbien, Zofía! Pues sí, sin dientes puede resultar complicado hablar bien. Y también masticar la comida. Cuando Sofía le da un mordisco a la manzana, usa los incisivos.
Se usan sobre todo para cortar trozos de comida. Para masticar la manzana, usa los dientes que están más hacia atrás en la boca: los premolares y los molares. Mastican y trituran la comida antes de que Sofía la trague. Esta es una de las funciones más importantes de los dientes: reducir la comida a trocitos pequeños. Estamos en la primera etapa de la digestión.
En la boca también tenemos unos dientes algo más largos y afilados: los caninos. Muchos mamíferos, incluidos los humanos, tienen caninos para agarrar y desgarrar los alimentos. Un diente consta de cuatro partes diferenciadas. La parte externa es una capa protectora. Es blanca y la forma el tejido más duro que tenemos en el cuerpo: el esmalte.
El esmalte es duro y resistente, para que los dientes no se rompan al morder y masticar. Dentro del esmalte se encuentra la dentina. Ocupa la mayor parte del diente. La dentina no es tan dura como el esmalte, pero es más dura que un tejido óseo normal. Forma la parte principal del diente.
Muy dentro del diente hay un tejido blando que contiene un montón de vasos sanguíneos y nervios: la pulpa. Los nervios dentro de la pulpa hacen que los dientes sean sensibles. Cuando muerdes un trozo de helado que está muy frío, dichos nervios sienten el frío. Demasiado frío puede dañar los dientes, así que los nervios le envían un aviso al cerebro. El resultado es un dolor agudo en los dientes.
Los dientes se mantienen fijamente anclados en la boca, incluso al morder algo duro o pastoso. Tienen raíces agarradas firmemente a la mandíbula superior e inferior. Las raíces dentales están compuestas por dentina y cemento dental. Los dientes humanos son un tejido vivo. Para vivir y crecer necesitan nutrientes y oxígeno.
Estos les llegan a través del conducto radicular y la pulpa. Casi todos los bebés nacen sin dientes. Los primeros dientes suelen salir antes de cumplir el año, y se les llama dientes de leche. Entre los cinco y los siete años los dientes de leche se aflojan y acaban por caerse. Que es lo que le ha sucedido a Sofía al morder la manzana.
Pero debajo de los dientes de leche hay unos dientes nuevos, listos para desarrollarse: los dientes permanentes. Estos dientes son los que Sofía tendrá durante el resto de su vida. De ahí que sea tan importante cuidarlos y cepillarlos con pasta de dientes. Si no, las bacterias se adhieren a ellos y forman una capa llamada sarro. Las bacterias descomponen los restos de comida, con lo que se crea un ácido.
Este ácido corroe los dientes. La saliva impide dicha corrosión. Pero si hay demasiado ácido, la saliva no es capaz de contrarrestarlo. Los ácidos pueden corroer el esmalte. A los dientes les salen agujeros: las caries.
Conviene tomarse descansos regulares entre comida y comida para que la saliva tenga ocasión de contrarrestar el ácido. Comer entre horas aumenta el riesgo de caries. Y además, las bacterias florecen aun más con el azúcar de dulces y helados. De modo que si quieres reducir el riesgo de tener una caries, lo mejor será tomar menos azúcares. ¿Qué? ¿Nada de azúcarez? ¿Nada de dulcez? Bueno, puedes tomar un poco.
Y muy pronto te va a salir el diente nuevo, y volveremos a entenderte.