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La adaptación de las flores entomófilas
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¿Cómo atraen las plantas polinizadas por los insectos a aquellos insectos que no ven bien, como pueden ser las polillas?
María ha salido a pasear con Sofía. ¡María! ¡Un manzano en flor! ¡Mmmm, qué bien huele! No somos las únicas a las que les gustan estas flores. ¡Parece que a las abejas y a los demás insectos también les encantan! Los insectos son muy importantes para los manzanos. Llevan el polen de flor en flor: un proceso llamado polinización por insectos, o entomofilia. Para atraer a los insectos, los manzanos, y otras plantas entomófilas, han desarrollado flores con unos rasgos especiales, o adaptaciones.
Estas adaptaciones aumentan la posibilidad de que el polen de sus propias flores sea llevado a otras flores. Una adaptación de las más obvias son los pétalos grandes y coloridos. Los colores brillantes hacen destacar a las flores de entre las hojas verdes y los tallos que las rodean: saltan fácilmente a la vista de los insectos. Pero hay insectos, como las polillas, que no ven muy bien; a ellos les atrae más el olor. Hay insectos a los que les atraen tanto los pétalos como el olor.
Así que, la mayoría de las plantas entomófilas tienen ambas características: pétalos coloridos y un olor característico. Pero no basta con que los insectos aterricen en la flor. También tienen que recoger polen y llevarlo a otra flor. Y a eso también se han adaptado las flores. Los órganos masculinos donde se produce el polen, los estambres, suelen ser cortos, robustos y estar rodeados de pétalos.
Los estambres producen granos de polen ásperos o pegajosos que se adhieren fácilmente al insecto. Los órganos femeninos, los carpelos, reciben el polen. Los carpelos también se han adaptado para facilitar la polinización. Los carpelos son pequeños y pegajosos y están ubicados dentro de la flor. Cuando el insecto se frota contra ellos, se transfiere el polen del insecto al carpelo.
Las plantas también tienen que asegurarse de que los insectos lleven sin parar el polen a las otras flores. Así que, para motivarlos, ¡las plantas entomófilas han desarrollado recompensas! Una de esas recompensas es el néctar: un líquido azucarado. El néctar es dulce y les proporciona un montón de energía a los insectos. ¡El alimento ideal para los insectos! El néctar suele estar en la base de la flor, rodeado por los estambres.
De modo que para llegar a él los insectos tienen que frotarse contra el polen. Y cuando quieren más néctar, se trasladan a otra flor. El polen que han recolectado en la primera flor quedará pegado en el carpelo de la siguiente flor y la polinizará. Las flores entomófilas suelen proporcionarles otra recompensa alimentaria a los insectos: el polen en sí. Las flores producen polen extra para que los insectos se alimenten de él.
Y como los insectos son unos comensales desastrosos, el polen quedará pegado en sus cuerpos y lo llevarán a la siguiente flor. Así las plantas entomófilas usan varios métodos para atraer a los insectos: desde pétalos con colores brillantes hasta ofrecer dulce néctar. Hay montones de insectos alrededor de este manzano, por lo que debe de estar muy bien adaptado. ¡María, quiero una manzana! ¡Ahora!