La historia de la física
Desde Aristóteles hasta la física clásica
De la física clásica a la física moderna
Desde Aristóteles hasta la física clásica
En la antigüedad, ¿qué creía la gente que era el cielo?
¿De qué está hecho todo? ¿Por qué el cielo es azul? ¿El sol saldrá siempre? ¿Qué es lo que pasa cuando cae un rayo? ¿Cómo es que la luz viaja mucho más rápido que el sonido? ¿Por qué una manzana cae de un árbol hacia abajo y no hacia arriba? ¿Y cómo puede esa manzana convertirse en energía que puede usarse para escalar ese árbol? Todas estas preguntas pertenecen al campo de la física. Preguntas sobre la materia, la luz, la electricidad, el movimiento, la energía. Preguntas sobre el tiempo, el espacio, y sobre la causa y el efecto. A lo largo de la historia las personas hemos intentado descifrar cómo funciona la naturaleza.
Basándonos en experiencias de la vida diaria, hemos formado una comprensión de las leyes y los principios que subyacen en ellas. Aunque nunca hayas estudiado física en la escuela, tendrás una percepción de cómo funcionan las cosas. Todos tenemos un sentido intuitivo de las leyes que gobiernan la naturaleza. Por ejemplo, que conlleva más esfuerzo levantar una roca grande que una más pequeña, y que si sueltas algo caerá al suelo. Y que la luz y el calor tienen algo en común.
Pero esta física intuitiva tiene algunos problemas. En primer lugar, a veces nos lleva por el camino equivocado. Simplemente, no siempre es correcta. Y en segundo lugar, hay muchas preguntas para las que no tenemos una respuesta simplemente experimentando nuestra vida diaria, y cuando la gente no obtiene buenas respuestas, se inventa las suyas propias. El cielo -pensaban las personas- debe ser un cuenco gigante, y las estrellas pequeños agujeros en él a través de las cuales pasa la luz.
La Tierra es un gran plano que descansa sobre cuatro elefantes. ¿Por qué los elefantes no se caen? Bueno, están de pie sobre una tortuga gigante, por supuesto. Cuando sucede algo que no fue por la acción directa de un ser humano, las personas llegan a la conclusión de que deben ser demonios, dioses o espíritus los que están involucrados. En la antigua Grecia, donde gran parte de la filosofía y las matemáticas actuales tienen su origen, la gente pensaba mucho acerca de estas preguntas. Las preguntas que vemos como parte de la física.
Aristóteles, uno de los más grandes de la época, observó, como podría hacerlo cualquiera, que una roca cae a suelo cuando se la suelta. Su explicación era que la roca es parte de la naturaleza, y, por lo tanto, anhela volver a conectarse con el suelo. De la misma forma, Aristóteles pensaba que la luna y los planetas tenían un deseo innato de moverse en órbitas circulares. La mayoría de las ideas de Aristóteles se consideraron verdaderas durante otros 2000 años, aproximadamente. La física aristotélica se adaptaba bastante bien a cómo la gente percibía espontáneamente la forma en que funcionaban las cosas.
Se ajustaba bien a nuestra comprensión intuitiva de la física. La intuición de la mayoría de las personas dice, por ejemplo, que un objeto pesado caerá más rápido que uno más ligero. Aunque un experimento simple demuestra que esto es incorrecto, no fue hasta finales del siglo XVI que el científico italiano Galileo Galilei demostró lo que realmente sucede. Una pelota pesada de hierro cae tan rápido como una ligera hecha de madera. Éste fue el comienzo de una nueva era en la ciencia. Ahora ya no se permitiría que la intuición, el dogma, la tradición o la religión determinaran qué es verdad y qué no.
Una nueva forma de razonamiento se extendió a partir de la experimentación, la lógica y el cuestionamiento de las antiguas verdades. Pero no todos lo apreciaron, por supuesto. Cuando Galileo Galilei explicó que la Tierra gira alrededor del sol, y no al revés -como lo creía Aristóteles- fue atacado por el Papa y la Iglesia Católica. Galileo fue obligado a negar sus conclusiones científicas, amenazado con la tortura, y puesto bajo arresto domiciliario. Pero las medidas, cálculos y argumentos que difundió Galileo fueron tan convincentes que la Iglesia Católica no pudo impedir que las nuevas ideas se extendieran.
La era que ahora había comenzado fue una en la que los científicos empezaron a cuestionar las viejas verdades, y donde muchos de los misterios de la física obtuvieron nuevas y mejores explicaciones.