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El Sol
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¿En qué se diferencia el Sol de otras estrellas?
Si fueras un visitante procedente de otra galaxia, lo más probable es pasaras sin darte cuenta. Ah, no es más que otra estrella sin importancia, de tamaño medio, pensarías. Pero para nosotros, esta estrella de tamaño medio es extraordinaria. La necesitamos para sobrevivir porque esa estrella es nuestro Sol. Cada día el Sol baña a la Tierra con luz.
La luz solar nos proporciona calor. Rige el tiempo meteorológico y proporciona energía a las plantas. El Sol está muy lejos de la Tierra: a unos 150 millones de kilómetros. Un rayo de sol tarda más de ocho minutos en viajar desde el Sol hasta la Tierra. El Sol es mucho más grande de lo que aparenta visto desde la Tierra.
Si el Sol tuviese el tamaño de un balón de baloncesto, la Tierra tendría el tamaño de la cabeza de un alfiler. No se trata sólo del volumen, el Sol, además, es bastante macizo. Representa el 99.9% de toda la masa del sistema solar al completo, y una masa enorme implica una gravedad enorme. La gravedad del Sol es la que mantiene unido a todo el sistema solar. Es la que hace que la Tierra y los demás planetas giren alrededor del Sol, pero el propio Sol se ve afectado por esta enorme gravedad más que ningún otro cuerpo celestial.
Dentro del Sol, en su centro, causa una presión tan potente que los propios átomos se amalgaman, convirtiéndose en otros elementos con una masa mayor. A este proceso se lo conoce como fusión. Casi todo el Sol está compuesto por hidrógeno, y, cuando los núcleos de hidrógeno se fusionan, forman helio. Pero eso no es todo. Cuando la fusión convierte un elemento ligero en uno más pesado, en el proceso se liberan además enormes cantidades de energía en forma de luz, calor y radiación.
La fusión es el proceso que hace que una estrella brille. En esa superficie brillante del Sol hace muchísimo calor: 5,500 grados centígrados. Eso es tanto calor que cualquier material con el que poder construir una nave espacial herviría y se evaporaría antes incluso de acercarse. Dentro del Sol hace más calor todavía. Hace tanto calor que los átomos no pueden sostener sus propios electrones.
A falta de electrones, los átomos se convierten en iones. Esta mezcla caliente de iones y electrones libres no es un gas. Es el cuarto estado de la materia: plasma. El Sol es una bola gigante giratoria de plasma caliente. Esta bola de plasma genera un campo magnético fuerte, uno que se extiende por todo el sistema solar.
A medida que el Sol gira, el campo magnético de la superficie cambia. Los sitios con una actividad magnética mayor se ven como puntos más oscuros y más fríos. Cuando la energía magnética se va formando en los puntos solares, a veces surgen explosiones de energía, como ésa. Se las llama erupciones solares. Las erupciones solares disparan partículas y radiación electromagnética tan lejos al espacio que interfieren en las señales de radio y en los aparatos electrónicos en la Tierra.
Las partículas cargadas y liberadas por el Sol entran en el sistema solar. Por suerte, el campo magnético y la atmósfera de la Tierra nos protegen contra casi todas ellas. Pero cerca de los polos de la Tierra las corrientes de partículas cargadas pueden entrar en la atmósfera y chocar con las moléculas que hay en el aire. Estos choques producen espectáculos de luz increíbles visibles por la noche. Cerca del Polo Norte, reciben el nombre de Luces del Norte, o auroras boreales.
Y cerca del Polo Sur se las llama Luces del Sur, o auroras australes. El Sol es bastante viejo. Existe desde hace unos 5 mil millones de años. Ahora mismo, está a la mitad de su vida. Cuando el Sol haya gastado todo su hidrógeno y lo haya fusionado para crear elementos más pesados, se expandirá rápidamente, tragándose a Mercurio, a Venus e incluso a la Tierra.
Después de eso, encogerá y se convertirá en una estrella tenue, una enana blanca. Pero no hay por qué preocuparse. Antes de que eso ocurra, aún podremos disfrutar de la luz y el calor del Sol durante otros 5 mil millones de años más.