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El comercio y la desigualdad mundial
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¿Verdadero o falso? Los países con ingresos altos sólo comercializan con otros países de ingresos altos.
No hay país en el mundo capaz de producir todas las materias primas, toda la energía y todos los bienes que necesita para su población. Por esa razón la gente y los países comercian entre sí por todo el mundo. Pero, ¿ese comercio ocurre de manera que beneficie a todos por igual? Mucha gente opina que no. Dicen que ahora mismo el comercio mundial está creando cada vez más desigualdad entre las naciones.
Hay países en todo el mundo que cuentan con mucha materia prima y recursos naturales como petróleo, metales y minerales, que pueden venderles a otros países. Algunos de esos países son los más ricos del mundo: las naciones con ingresos altos. Otros son algunos de los países más pobres del mundo: las naciones con ingresos bajos. ¿Cómo es posible? Los países con ingresos altos suelen procesar su materia prima y convertirla en productos nuevos porque cuentan con el dinero y las fábricas para hacerlo. Venden dichos productos a un precio más alto del que podrían obtener por la materia prima no procesada.
Los países con ingresos bajos, por el contrario, que no cuentan ni con las fábricas ni con tanto dinero, no pueden permitirse procesar la materia prima para convertirla en productos nuevos. Tienen que vender la materia prima en su forma original, cuando no tiene tanto valor. Los precios de la materia prima suben - o bajan - mucho más que los precios de los productos nuevos y procesados. De ahí que los países con ingresos bajos corran mayor riesgo de no ganar dinero suficiente con el comercio de la materia prima. Por lo tanto, los países con ingresos altos juegan con ventaja, en relación a los países con ingresos bajos, a la hora de comerciar su materia prima.
Existen otros tipos de comercio que benefician más a los países ricos. Un ejemplo: la Unión Europea y los EEUU establecen las normas de comercio - la política comercial - exigiendo a menudo una cuota a todo aquel que quiera vender sus bienes dentro de sus fronteras. Lo hacen para proteger sus propias compañías e industrias, pero con ello dificultan a los países de ingresos bajos la venta de sus productos. El precio que se supone que tienen que pagar por llevar sus bienes al otro lado de la frontera es demasiado alto. Por otro lado, la UE y los EEUU suelen exigir que los países pobres compren sus productos sin abonar tasas extras ni derechos de aduana.
Esa es una de las razones de por qué los productos importados de los países ricos cuesten menos que los productos producidos en los propios países pobres. A menudo, las compañías y los agricultores locales no pueden competir con esos precios tan bajos y tienen que vender su negocio por lo que la gente corre el peligro de perder su empleo. Con la desaparición de los comercios locales, también desaparece la competencia de los países de ingresos altos lo que les permite subir el precio de los productos que venden. De modo que los países ricos se hacen aún más ricos y los países pobres se empobrecen aún más y con ello aumenta la desigualdad. Pero no es tan sencillo.
El comercio internacional a veces beneficia a los países pobres. La cuestión es: ¿Es posible lograr que el comercio internacional sea más justo? Los países podrían reconsiderar la política de comercio internacional y asegurarse de que las normas sean las mismas para todo el mundo. Los países con ingresos bajos también podrían colaborar entre sí. Juntos podrían negociar normas más justas ante la Organización Mundial del Comercio.
Es muy poco probable que la gente, las corporaciones y los países dejen de comerciar entre sí por lo que es muy importante que luchemos por un comercio más justo para todos.