
La Revolución francesa: ¡No hay pan! ¡Libertad para el pueblo!

Actualiza para más contenido
Cuando Francia andaba mal de dinero, ¿a quién/es le/s subieron los impuestos?
¡Qué! ¿El salario de casi un día por unos trozos de pan y dos copas de vino? Pero, ¿tú dónde has estado? ¿En América? Las malas cosechas implican que no hay harina con la que hacer pan. Hm, América. Allí viven en Libertad.
Sí, allí aparentemente todos son iguales. He oído que allí un hombre normal puede ser propietario de su propia tierra, ¡e incluso llegar a ser presidente! Y seguramente puedan permitirse comprar pan. Nosotros no hacemos más que pagar impuestos ¿a cambio de qué? ¡De nada! Hermanos: ¡ya está bien! ¡Basta!
Sí, ¡los franceses están hartos! El estado francés no tiene dinero. Han estado en guerra durante muchos años y, por si fuera poco, han perdido. Tras la guerra de los siete años contra Gran Bretaña han perdido todas sus colonias en América. Por venganza, Francia ha ayudado a las colonias americanas a librarse de Gran Bretaña.
Las colonias han ganado, pero a Francia le ha resultado caro. Casi no le queda dinero. La gente pasa hambre. Pero el rey Luis XVI y la reina María Antonieta siguen dando grandes fiestas en su palacio de Versalles a las afueras de París, junto con los nobles y el clero. Para volver a llenar las arcas del estado, Luis XVI decide que se suban los impuestos.
Pero no son los nobles quienes pagan dichos impuestos, ni el clero. Es el Tercer Estado: la plebe y los granjeros, es decir, casi el 98 por ciento de la población. Para obtener también dinero de la nobleza y el clero, los reyes venden tierras y sofisticados títulos nobiliarios. Cuando los nobles compran tierras, también pueden exigirles impuestos a los granjeros, lo que hace que su enfado crezca. Consideran que tanto la nobleza como la iglesia están ayudando al rey a oprimirlos.
Y la cosa empeora: Francia está viviendo la peor cosecha en cien años. Aun no habiendo casi nada que comer, el rey y la nobleza siguen exigiendo que los granjeros y la plebe paguen impuestos. El descontento está en el aire y a punto de estallar. La gente se muere de hambre, no sólo en las ciudades, sino también en el campo. Pero la nobleza y el clero, no.
Ellos pueden permitirse seguir comiendo. El rey está todo el tiempo en su palacio de Versalles, dando fiestas y cazando. Sin embargo, empieza a preocuparse. ¿Y si la gente se enfada tanto que intenta arrebatarle el poder? El otoño anterior, cuando el Tercer Estado estaba furioso por los altos impuestos, el rey acordó que a la Asamblea Nacional francesa se le permitiría reunirse por vez primera en 175 años. Pero ahora, que ha llegado la hora de celebrar dicha reunión, la gente está incluso más furiosa.
El rey cree que si permite que el Tercer Estado se involucre y tome algunas decisiones, las cosas se calmarán. La reunión en el palacio de Versalles dura varios días. El Tercer Estado tiene más miembros, de hecho, el doble, pero cada estado sólo tiene un voto. Si la nobleza y el clero votan lo mismo, siempre van a ganar 2 a 1. Esto es injusto, considera el Tercer Estado, que representa a casi toda la población.
El rey, a regañadientes, accede a que el Tercer Estado tenga más representantes. Pero al Tercer Estado le parece poco, y parece que algunos miembros de la nobleza y del clero están de acuerdo. El Tercer Estado exige que sean los únicos en formar el parlamento francés: se autoproclaman Asamblea Nacional de Francia. ¡El rey se niega! Y cierra las puertas de la sala de reuniones. Pero la gente se traslada a la cancha cerrada de tenis.
Allí prestan todos un juramento: ¡No rendirse hasta que hayan obtenido un nuevo régimen de igualdad para Francia! El rey, bajo presión, accede. Finalmente acaba permitiendo que los tres estamentos juntos formen la Asamblea Nacional. La gente está exultante: ¡Larga vida al rey! Pero en París corre el rumor de que el rey y la nobleza sólo están fingiendo que ceden y que han contratado a soldados extranjeros, mercenarios, para recuperar el poder.