
La Primera Guerra Mundial: Las trincheras y el armamento nuevo

Actualiza para más contenido
¿En qué año finalizó la Primera Guerra Mundial?
Este sería el aspecto que tendría una guerra siglos atrás... Soldados con uniformes vistosos caminando unos hacia otros. En línea. Listos. Apunten. ¡Fuego!
A principios del siglo XIX, las armas eran de poca potencia. Los rifles de aquella época no podían matar a nadie a más de 50 metros. Los ejércitos tenían que acercarse los unos a los otros. De ahí los uniformes vistosos: servían para diferenciar al amigo del enemigo. Pero ahora estamos en 1914.
Ha estallado la Primera Guerra Mundial, y ya no se puede hacer la guerra como se hacía entonces. Los rifles de ahora son capaces de matar desde una distancia de varios cientos de metros. Los cañones llegan incluso más lejos, y las ametralladoras pueden segar pelotones de soldados en cuestión de segundos. Con armas como éstas es buena idea llevar una ropa que te mimetice con el entorno, para que resulte difícil ser visto. Francia todavía no se ha dado cuenta de esto, en este estadio temprano de la guerra.
Su ropa de color azul intenso y rojo se ve desde lejos. Miles de los soldados franceses mueren antes de que por fin cambien los uniformes. También sobreviven más soldados después de que ambos bandos les proporcionen cascos a sus soldados para sustituir las gorras blandas. Pero se necesitan algo más que uniformes nuevos para protegerse de estas armas modernas. Empiezan por esconderse de las balas enemigas cavando zanjas profundas: trincheras.
Los soldados excavan trincheras largas, estrechas y lo suficientemente profundas como para poder estar de pie en ellas. Se extienden a lo largo de un enorme tramo de Francia, desde la costa del Mar del Norte hasta llegar a Suiza. Las trincheras hacen casi imposible que los alemanes se adentren más en Francia; pero ni Francia ni Gran Bretaña son capaces de volver a echar a los alemanes. Porque con los propios soldados -y los del enemigo- metidos allá abajo en las trincheras, resulta bastante difícil dispararse. Las batallas más importantes empiezan disparando los cañones contra el enemigo día y noche.
Aquéllos que sobreviven al bombardeo están destrozados por culpa del horror y la falta de sueño. Cuando por fin se callan los cañones, miles de soldados salen corriendo de sus trincheras y atacan. Es una carrera de varios cientos de metros de longitud, directamente hacia el fuego de las ametralladoras y atravesando alambres de púas. Pocos son los que consiguen cruzar y llegar al otro lado. Cientos de miles de hombres mueren en batallas de este tipo.
Dos de las batallas más famosas son las de Verdún y Somme. En la batalla de Verdún caen muertos o heridos unos 700,000 soldados. Y Alemania se adentra en Francia unos 10 kilómetros. Alemania pierde más de 30 soldados por cada metro de terreno que avanza. Durante la batalla de Somme son 1,200,000 hombres los heridos o muertos.
Los soldados británicos y franceses que avanzan apenas ganan terreno. Para poder tomar las trincheras del enemigo y ganar la guerra, se inventan un montón de armas nuevas. Hace mucho tiempo ya que existen los cañones, pero durante la Primera Guerra Mundial se desarrollan más. Ahora su disparo llega más lejos y es más preciso. Se desarrollan granadas más potentes, que esparecen más muerte y destrucción allí donde aterrizan.
Para llegar hasta las trincheras enemigas sin sufrir demasiadas víctimas se inventa el tanque. Éste se mejorará aún más y se convertirá en una de las armas más letales en la siguiente gran guerra. Lo mismo ocurre con el avión, que se desarrolla rápidamente durante la Primera Guerra Mundial, aunque se usa sobre todo para espiar al enemigo. Sin embargo, el arma más temida de todas seguramente sea el gas venenoso usado como arma química. Quien lo inhala se queda ciego, sus pulmones se queman, es mutilado o muere, todo ello acompañado de un dolor terrible. Un soldado que sólo inspiró una pequeña cantidad de gas antes de ponerse la máscara antigás describe que era como si fuera a echar los pulmones por la boca tosiendo.
La revolución industrial ya ha transformado la economía y la sociedad. La Primera Guerra Mundial también va a ser industrializada.