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Medir la radioactividad
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True or false? Radioactive decay results in non-ionising radiation.
¡Hora de la merienda! Voy a tomar un plátano. ¿Quieres uno, Philip? -¡Nooooo! ¡Yo no como eso! ¡Los plátanos son radioactivos! A Philip no le falta razón: los plátanos son un poco radioactivos porque contienen mucho potasio. Algunos átomos de potasio contienen núcleos inestables. Esto significa que el núcleo "se rompe" liberando energía o emitiendo diminutas partículas.
Este proceso se conoce como desintegración radioactiva y resulta en una radiación ionizante. Nuestros cuerpos pueden absorber la radiación ionizante y tener efectos muy nocivos. Puede dañar las células vivas y provocar graves problemas de salud. ¿¡Eso significa que los plátanos son peligrosos!? ¡Para nada! De hecho, estamos constantemente expuestos a algún tipo de radiación, no sólo de los plátanos sino de casi todo lo que nos rodea: los rayos cósmicos y los elementos radioactivos del suelo, los alimentos o incluso nuestro propio cuerpo. Lo que importa es la cantidad y la intensidad de la radiación a la que estamos expuestos.
Por eso es muy importante medirla. Digamos que Philip se encuentra cerca de un objeto radioactivo. Los átomos de este objeto se desintegran y emiten una radiación ionizante. Si medimos cuántos átomo se desintegran en determinado tiempo, sabremos cuánta radiación se emite. La radioactividad se puede describir con una unidad llamada con el nombre del físico francés Antoine Henri Becquerel, que fue quien estudió la radioactividad natural.
Un becquerelio significa que se desintegra un átomo por segundo. El número de desintegraciones medido en becquerelios nos indica cuánta radiación se emite. Pero si Philip está lo suficientemente cerca, parte de la radiación lo alcanza y su cuerpo podría absorberla. Para decir cuánto afectaría a Philip esa radiación hay que considerar, además, otros factores: el tipo de radiación, qué parte del cuerpo ha estado expuesta a la radiación, y cuánta energía pudo haber absorbido el cuerpo en total. Teniendo en cuenta estos factores, se puede medir la dosis real de radiación y calcular los posibles efectos de dicha radiación.
La unidad internacional que se usa en estos casos es el sievert, que recibe su nombre del físico médico sueco Rolf Sievert. Cuanto mayor sea el número de sieverts más alto será el posible riesgo sanitario para Philip. El problema es que no podemos percibir la radiación ionizante por los sentidos. Las partículas emitidas son demasiado pequeñas para que podamos verlas. Tampoco podemos tocar, sentir u oler la radiación.
Entonces, ¿cómo sabremos si estamos expuestos a radiación ionizante? ¿O si el nivel de radiación es seguro? Bueno, la radioactividad se puede detectar y medir con aparatos especiales como, por ejemplo, un contador Geiger. El aparato está compuesto por un tubo metálico con un delgado alambre de metal en el centro conectado a la corriente eléctrica. El tubo se llena con un gas que no es conductor de electricidad. Sin embargo, si al tubo lo golpea la radiación ionizante, el gas en su interior forma iones que sí conducen la electricidad.
Cada vez que se forman iones, surge una pequeña "chispa": un pulso eléctrico. Lo oímos en forma de "chasquido" o "clic" a través de un altavoz conectado. Cuantas más veces golpee la radiación el tubo Geiger, más iones se crean y más "clics" oímos. También se puede conectar el tubo a un contador automático que nos dará un resultado más preciso. -¿Lo ves, Philip? ¡Los plátanos son seguros! -Bueno, supongo que podré tomarme uno entonces.