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La basura espacial
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What is another name for space junk?
Leon tiene un nuevo hobby: cada vez que sale a correr por el vecindario, recoge la basura que encuentra por el camino. ¡Hay que ver cuánta basura tira la gente! Y no sólo en el barrio de Leon. La basura parece seguir a la gente allá donde va: tanto si es el oceáno más profundo, la montaña más elevada, como incluso ¡el espacio! - ¿Qué? ¿Basura en el espacio? ¿Cómo es posible eso? Desde que arrancó la exploración espacial allá por la década de 1950, la gente ha lanzado un sinfín de aparatos a la órbita de la Tierra. Durante mucho tiempo, se concentraron en enviar cosas y a nadie pareció preocuparle cómo recuperarlas cuando ya no se necesitaron. ¿Qué ocurrió con todos esos objetos?
Muchos años después de que dejaran de funcionar, siguieron, y siguen, dando la vuelta a la Tierra a una altitud de entre 200 y 35,000 km. Los satélites y las piezas de los cohetes que se soltaron durante los lanzamientos, las tuercas y los tornillos que se desprendieron de diferentes dispositivos y lo que los astronautas perdieron durante sus misiones espaciales, como una bolsa de herramientas o una espátula... todos esos objetos van formando una nube creciente de desechos o basura espacial. ¿Y qué más da? ¡El espacio es enorme! ¿Qué daño puede hacer una pequeña espátula? Bueno, uno de los problemas es la cantidad de desechos espaciales. Hay cientos de millones de objetos orbitando la Tierra, de todo tipo de formas y tamaños.
En medio de toda esa basura espacial, sigue habiendo miles de satélites o aparatos que aún funcionan. El espacio que rodea nuestro planeta está abarrotado, lo que dificulta que los científicos estudien el espacio desde la Tierra. Con tantos objetos en constante movimiento. hay una gran probabilidad de que choquen entre sí. Dado que todas esas piezas se mueven a grandísimas velocidades, a miles de kilómetros por hora, los efectos de una colisión podrían ser muy peligrosos.
Una colisión espectacular de ese tipo tuvo lugar en febrero del 2009. Un satélite ruso retirado y un satélite de comunicación comercial americano chocaron a una velocidad de 42,000 kilómetros por hora. Los dos satélites quedaron destruidos creando miles de trocitos más de basura. Para evitar ese tipo de colisiones, hay que rastrear constantemente gran parte de la basura espacial. Los objetos muy pequeños constituyen un riesgo mayor que los más grandes porque resulta casi imposible detectarlos o rastrearlos.
Un trozo minúsculo de metal a esa velocidad es capaz de, sin ningún problema, hacer un agujero en el casco de una astronave, romper el espejo de un telescopio o partir una sección de un satélite. Es decir, el aparato dejaría de funcionar y requeriría reparaciones muy costosas causándonos problemas en la Tierra. Cada choque que ocurra en el espacio produce más basura y aumentan el coste y los riesgos de la exploración espacial. ¿Deberíamos entonces dejar de enviar cosas al espacio? ¿O iniciar un programa de limpieza espacial? Bueno, no es muy probable que la gente deje de lanzar satélites y misiones espaciales. Se ha convertido en algo demasiado importante para la investigación científica, el desarrollo tecnológico y la vida diaria.
Sin embargo, tarde o temprano, todos esos desechos se saldrán de su órbita. Atraídos por la fuerza de gravedad de la Tierra, acabarán ardiendo en la atmósfera. Pero eso les llevará años. Necesitamos soluciones mejores y más eficaces. Existen algunas ideas: redes espaciales para recoger la basura; imanes gigantes que la atraigan y un látigo electrónico que saque la basura de su órbita.
Pero todas estas soluciones son caras y difíciles de llevar a cabo. Lo mejor sería asegurarnos de que todos los nuevos objetos que se envíen al espacio se diseñen de tal manera que, para empezar, no se conviertan en basura espacial.