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La ciudad y los ecosistemas urbanos
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¿Verdadero o falso? Dado que las ciudades se crearon para la vida humana, no hay que tener en cuenta el medio ambiente mientras se viva en ellas.
Michael está dando un paseo por su barrio al atardecer. Está deseando que llegue ya el verano para poder volver ir de acampada con Leon. Le encanta estar rodeado de naturaleza, pero en la ciudad la naturaleza no abunda... Las ciudades se diferencian mucho del mundo natural. En las ciudades es la gente quien diseña el entorno: deciden dónde hay que ubicar las calles y los edificios, o si hay espacio para un parque.
Pero, aun así, la naturaleza encuentra la manera de existir también aquí. El resultado es que las ciudades están compuestas por muchos elementos - vivos e inertes. Los elementos vivos, también llamados factores bióticos, incluyen todos los organismos, como plantas, animales y nosotros: los humanos. Los elementos inertes, o factores abióticos, incluyen el aire, la temperatura, el tiempo climático, pero también los objetos hechos por el hombre, como las carreteras, las calles, los aparcamientos, el alumbrado, o incluso el ruido y la basura. Todos estos elementos juntos conforman un ecosistema.
Podría parecer que la naturaleza no puede prosperar en las ciudades y eso es cierto, hasta cierto punto. Pero algunas especies se han adaptado: han cambiado su comportamiento o incluso han evolucionado a lo largo de varias generaciones para encajar mejor en la vida de los pueblos y las ciudades. Veamos algunos ejemplos. Los animales como los erizos, los conejos y las ratas, son animales nocturnos: son activos, por naturaleza, de noche. Son muy comunes en las ciudades porque resulta fácil encontrar comida y es menos probable ser capturado por un depredador.
Ser nocturnos en una ciudad les proporciona una ventaja extra: evitar humanos y tráfico, que de día constituyen una gran amenaza. Estos animales que viven en la ciudad, al igual que los restos de comida, a veces atraen a los zorros. Aunque en la naturaleza los zorros suelen moverse sobre todo al atardecer o al amanecer, en la ciudad cambian su comportamiento y se convierten a su vez en nocturnos. Ciertas aves también se han adaptado a vivir en la ciudad, como los azores y los halcones. En estado salvaje, anidan en las montañas o los acantilados altos.
Pero hoy en día, a menudo también construyen sus nidos en los rascacielos y ponen ahí sus huevos. Cazan ratones, ardillas o palomas, muy abundantes en las ciudades. A algunos pájaros, las farolas les facilitan localizar a sus presas por la noche. Sin embargo, algunos organismos no pueden cambiar su comportamiento. Aunque pueden adaptarse: evolucionando.
Una variedad de hierba muy común parecida al diente de león, tiene dos tipos de semillas: unas semillas esponjosas capaces de salir volando y unas semillas pesadas que caen al suelo cerca de la planta madre. Esta especie de diente de león de la ciudad tiene más semillas pesadas, en comparación con la especie que nace en el campo. En la ciudad, las semillas ligeras salen volando y suelen aterrizar sobre el cemento, donde no pueden crecer. Las semillas pesadas suelen aterrizar al lado de la planta madre donde sí pueden crecer. Cuantas más semillas pesadas tenga una planta, más éxito tendrá a la hora de propagarse.
A lo largo de varias generaciones, los dientes de león urbanos han evolucionado para producir más semillas pesadas que los dientes de león salvajes. Las ciudades les roban espacio a los hábitats naturales y modifican el medio ambiente por lo que flora y fauna tienen que adaptarse. Pero no todos los seres vivos logran triunfar. Los que no, se ven obligados a cambiar de sitio o morir. Sin embargo, las ciudades bien diseñadas pueden reducir su impacto en el medio ambiente y convertirse en espacios donde humanos y naturaleza convivan en armonía.
Lo que hay que hacer es ser consciente y respetar la naturaleza que nos rodea, incluso en las ciudades. A saber qué llegarás a descubrir vivas donde vivas ...