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Los derechos humanos
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A veces a una lista con los derechos humanos aprobados se la llama...
¡Ha ocurrido algo en esta pequeña isla de nuevo! Una banda ha atracado el banco y la policía ha arrestado a uno de sus integrantes. Se trata de Johnny, de la vecina isla de El Volcán. Bob tiene una idea sobre cómo detener al resto de la pandilla y propone torturar a Johnny. No, nosotros no torturamos a nadie aquí. ¿Por qué no?
Johnny es de la isla de El Volcán. ¡Todos ellos son crueles y salvajes! Ah, pero tendrá algunos derechos, ¿no? ¿Por qué iba a tenerlos? En nuestra isla, obtenemos derechos de nuestra legislación. Y él es de la isla de El Volcán. No está protegido por nuestras leyes. ¡Sí lo está!
Algunos derechos pertenecen a todos los seres humanos, independientemente de dónde procedan. La discusión continúa: entre Alice y Bob, en el parlamento y entre la población. ¿Cuáles son los derechos básicos que se deben aplicar a todas las personas? Muy pronto, todos se ponen de acuerdo en algunos aspectos: todos los seres humanos nacen libres, iguales en dignidad y con los mismos derechos. Y a nadie se le puede privar de ningún derecho por su: raza, color, sexo, idioma, religión, opiniones políticas o de su posición económica. Hasta ahora, todos parecen estar de acuerdo.
Pero con respecto a la tortura, algunos discrepan: - Ahora que la policía ha capturado a uno de los ladrones, ¿no sería bueno obligarlo a delatar también a sus cómplices? - ¡No! -dice otro. - ¿Y si la persona torturada fuera inocente? Diría cualquier cosa para que dejaran de torturarlo. Lo que se dice bajo tortura no es muy creíble. La tortura, simplemente, no es un método muy eficaz y debería prohibirse. - Sí, ¿pero qué pasa si hay alguien que conoce los planes de un gran ataque terrorista, donde pueden morir miles de personas? En ese caso, ¿no haríamos todo lo necesario para que esa persona hablara? - Alice argumenta que «la tortura elimina la dignidad básica a una persona y ¡acordamos protegerla!».
Además, puede que todos los de la isla estén de acuerdo en que la tortura sólo es necesaria en esta ocasión, pero permitirla una vez propiciaría el hecho de volver a aplicarla. De esta manera, los isleños deciden que la prohibición de la tortura se incluya en los Derechos Humanos. Y, además, también coinciden en que todos son iguales ante la ley, es decir, que todas las leyes se aplican por igual a todas las personas y que la policía y los tribunales deben tratar a todo el mundo conforme con los mismos principios. De manera razonable, también es fácil estar de acuerdo en que «cada persona tiene derecho a tener su propia opinión» y que cualquiera puede decir lo que desee. En otras palabras, en esta isla, existe la libertad de expresión.
Pero tal vez no somos tan libres a la hora de expresarnos…, ¿verdad? ¿Podemos amenazar a alguien, difundir mentiras sobre las personas, incitar a la gente a cometer delitos o sembrar odio? Hmmm. Puede que tenga que haber algunas excepciones a la libertad de expresión. La discusión continúa y, finalmente, acuerdan una declaración de derechos que forman parte de la constitución de la isla. Al incluir la declaración de derechos en la constitución, el parlamento no podrá cambiarla tan fácilmente.
Mientras tanto, la policía ha atrapado a la banda de ladrones del banco y ha liberado a Johnny, ¡pues parece que no formaba parte de la banda! Pero la vendedora de frutas se niega a venderle manzanas y dice que la gente como él son «unos bárbaros indecentes que deberían ser encarcelados». Johnny reivindica que la vendedora de frutas lo está «discriminando al difundir mentiras y odio, y que la declaración de derechos le concede el derecho a no ser discriminado». La vendedora de frutas, por su parte, afirma que «precisamente esa declaración de derechos le otorga el derecho a expresar su opinión». Estos derechos pueden conllevar dificultades.
De hecho, a veces entran en conflicto entre sí. Menos mal que la isla tiene un buen tribunal y que «todos son iguales ante la ley».